19 marzo, 2024
Un gran paso en su evolución como compositor y músico y, sin embargo, extrañamente lógico, curiosamente adictivo, y gustosamente marcado por el optimismo, que buena falta nos hace en estos tiempos.

Conocí a Paul Zinnard allá por 2011. Por aquel entonces ya tenía su primer disco en la calle Songs of hatred and remorse, editado por Two Mad Records. Como su propio nombre indica aquel era un disco principalmente acústico. Poco más que una guitarra clásica arañando estrofas cantadas desde dentro, donde todo parece estar oscuro pero donde se vislumbra una luz al final del túnel.

De aquel trabajo me impresionaron “A long time running”, que abría el disco, y “The Muse” por supuesto. Quizás porque cerraba el disco, quizás porque tenía un cierto aire despreocupado, quizás porque el tempo era inocente y se dejaba llevar como caprichoso.

Un año más tarde los chicos de Two Mad Records me mandaron su nueva obra Orbit One. Un disco al que no me pude resistir en hacer una reseña. Parafraseándome a mí mismo:

“Íntimo, preciosista en arreglos, sencillo en concepto y embelesador sobre todo en las baladas “Listen Everybody”, lo cual no descarta un toque cachondo y caradura de sus temas más rockeros “Happiness”.” (nuestrooceano.wordpress.com)

Y ahora, después de un par de años desde su último trabajo de estudio, y tras recorrerse buena parte de España de sala en sala, nos llega Clean-cut and Rude. Un disco que rompe con todo lo que habíamos escuchado de Paul hasta ahora, pero que curiosamente parece seguir una línea, un propósito como compositor y músico. Le acompañan en el proyecto las cuerdas de Santi Guillén, el bajo de Miguel de Lucas, la batería de Cristian Chilo y el piano de Mauro Mietta.

Sobran las comparaciones con el maestro Dylan, ya que desde que empieza a sonar su voz en “All around the world” te sobreviene un impacto mental al recordar aquel maravilloso “Hurricane”. Quizás en el caso del señor Zinnard algo menos folk, con la utilización del piano en vez de las cuerdas del violín. Y la guitarra eléctrica en vez de la clásica. Pero con la misma fuerza y pureza en la voz, y eso ya es decir mucho.

El disco se regodea en el trabajo bien hecho, en lo aprendido hasta este momento, de ahí que “All day long” tenga reminiscencias a “Happiness” o “Just the way I am” de su anterior trabajo. Sin embargo, se adentra mucho más en el rock de banda, y buena prueba de ello es “You and I”. Composiciones más corales adornan sus letras menos oscuras y más esperanzadoras quizás que en anteriores discos.

Aunque claro, en todo buen disco de rock que se precie los temas lentos deben de ser una parte fundamental. Un momento para la reflexión y la calma que quizás preceda a la tormenta “Rain or no rain”. Paul se lleva el tema a su terreno, despojándolo de adornos innecesarios y dejándolo casi en los huesos, salvo por un suave coro de fondo que mezcla una sutil instrumentación con unas voces en acordes menores. La batería a mitad de tema le imprime el poco de fuerza que se le resta a una letra quizás en exceso plana.

La historia de “John and Claire” o la de “Red or Blue” nos adentran en un entorno caracterizado por la comida rápida, las banderas de estrellas y las armas en las casas, para protección. Un claro desliz hacia el otro lado del charco representado por letras clásicas de temas de toda la vida. Son temas que se te pasan volando, mientras escuchas los solos de guitarra, los estribillos repetitivos y la musiquilla del piano llevando la batuta.

Pero llegamos al momento de cerrar el disco, y para ello la elección de dos temas de lo más curioso. Por un lado “Stop masting the time”, de ritmo acelerado en el parafraseo, algo que realmente ha tenido que sacar de dentro, porque esto no se aprende, más bien se suelta sin más. Me encanta este tema, en directo tiene que transmitir una barbaridad de buen rollo.

Y finalmente “Beaches in the North” termina por confirmar que este es otro Paul, un tipo que recién acaba de descubrir la luz del sol, alguien que lleva su guitarra en el maletero mientras recorre, con una sonrisa en sus labios, los miles de kilómetros de carreteras eternas y llenas de polvo.

Un gran paso en su evolución como compositor y músico y, sin embargo, extrañamente lógico, curiosamente adictivo, y gustosamente marcado por el optimismo, que buena falta nos hace en estos tiempos.

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