29 marzo, 2024
Elegante y poético, maestro hasta el ocaso. El fin del camino puede ser una dulce condena, un oscuro destino inevitable, o un epílogo lúcido y brillante

leonard-cohen-2Elegante y tan poético como siempre. Maestro hasta el ocaso. El fin del camino puede ser una dulce condena, un oscuro destino inevitable. Y contarlo con la belleza que lo hace Leonard Cohen, lo convierte en brillante. Un poso de luz atraviesa las canciones de un disco lleno de nostalgia y despedida, de un epílogo trágico pero esperanzador, Not Dark Yet. Una ventana de resplandeciente claridad abocada al abismo, en la que Cohen apoya su brazo, adentrándose en la oscuridad, sumiéndose en ella con la mirada firme al frente, sereno, fumando, de elegante luto, con su inconfundible sombrero y gafas de sol. Belleza desde la portada en un disco con atmósfera propia.

“You Want it Darker”, canción homónima al disco y primera en sonar es la canción más tenebrosa, trágica y espiritual, alcanza lo místico, abraza la oscuridad. El lúgubre coro de la Sinagoga Shaar Hashomayim, protagoniza la apertura bellísima de este réquiem y, junto a un patrón rítmico de batería programada y una serpenteante línea de bajo, acompaña a la profunda voz de Cohen a lo largo de una colección de metáforas con terrible fortaleza, crudas y certeras, que avecinan un final inminente, un futuro marchito. “Si eres tú quien reparte las cartas, yo estoy fuera del juego/ Si tú eres quien cura, eso significa que estoy maltrecho y cojo /Si tuya es la gloria, entonces mía debe ser la deshonra /Quieres más oscuridad, /apagamos la llama/ Estoy listo, mi señor.” En cuestión de producción, es la sorpresa del disco, con mucho groove gracias a los arreglos del bajo y las apariciones del hammond, e incluso con sutiles detalles electrónicos.

Música de piano, versos que cabalgan entre lo religioso y lo profano, para una canción llena de melancolía, una mirada atrás, una balada nostálgica, sobre un amor perdido. “Me siento cada noche a tu mesa/ pero no acabo de conectar contigo./ Estoy cansado y enfadado todo el tiempo/ ojalá hubiera un pacto entre tu amor y el mío”. Es “Treaty”.

Pero el guión musical cambia con los suaves ecos soul de “On the Level” y los femeninos coros negros, un canto de añoranza a la juventud contado a través de varias despedidas en el amor. Un delicado riff sesentero da paso a “Leaving the Table”, en tiempo de vals. De nuevo, aparecen metáforas recurrentes a lo largo del disco alusivas al fin, “No hay nadie a quien culpar /Me voy de la mesa /Estoy fuera del juego”, pero, esta vez, en una canción que ofrece esa tranquilidad, esa dulzura, esa media sonrisa con la mirada triste. El corte estilístico del tema casa a la perfección con “If I Didn´t Have Your Love”, con esas reminiscencias a los sonidos de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, una preciosa balada romántica. “Si el sol perdiera su luz/ y viviéramos una noche interminable/ y no quedase nada/ que pudieras sentir/ así, es como sería/ si no tuviera tu amor“

El lamento étnico de las cuerdas de un bouzouki griego y un violín con motivo zíngaro arañan el alma cuando surgen unos coros femeninos, sello inconfundible Cohen, y te atrapan en “Traveling Light”. “Supongo que soy alguien / que ha renunciado al tú y yo.” Desencanto y despedidas, con una melodía blues vestida con timbres judíos y griegos, sobre un base rítmica programada. Clara influencia mediterránea.

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Reaparecen los solemnes coros de sinagoga en “It Seemed the Better Way”, una canción más trágica, donde el lamento del violín del tema anterior desemboca en un llanto incalmable, mientras Cohen declara, enigmático: “Parecía lo mejor cuando oí hablar de ello/ pero ahora es demasiado tarde para poner la otra mejilla”.

El final se acerca con “Steer Your Way”, de corte más folk, con los marcados picados  de un cuarteto de cuerda en un trote country. Versos que suenan desengañados, con decepción, pero, tal vez, dejando un testamento de sabios consejos: “Dirige tu camino a través de las ruinas/ del altar y el centro comercial/ dirige tu camino a través de las fábulas/ de la creación y la caída/ más allá de los palacios […]guía tu rumbo a través del dolor que es más real que tú mismo / que ha hecho trizas el Modelo Cósmico, que ha cegado todo punto de vista / Y por favor, no me hagas ir allí / haya un Dios o no.”

Emocionante y hermoso aroma para decir adiós es “String Reprise/ Treaty”, pieza instrumental donde un  solemne conjunto de violines desarrolla la melodía de “Treaty”. Qué manera tan bonita de cerrar un disco, una carrera, un legado, una vida. No hay palabras para describir esos tres minutos y veintiséis segundos  instrumentales. No hay nudo en la garganta que no nazca ante tanta sensibilidad producida por unas sólo unas cuerdas. La melodía se deshace en el oído, atraviesa el alma. En los segundos finales, aparece por última vez la mágica voz de Leonard Cohen: “Ojalá hubiera un pacto entre tu amor y el mío”. Es la definición perfecta de belleza, llena de luz y ternura. El réquiem más dulce posible.

Llego a los párrafos finales de esta reseña escrita en varias etapas, durante varios días, cuando al mundo entero nos sobrecoge la fatídica noticia: el cálido y profundo susurro de Leonard Cohen se apagó. Y el mundo de las palabras, del lenguaje de los sentimientos, los poetas, los músicos, lloraban su pérdida. Y el mundo se volvía más gris sin su poesía. Más vulgar. Pero vuelvo a escuchar ese instrumental con los versos finales. Cierro los ojos. Su grave voz parece hablarte desde dentro. Se despidió como un maestro.

Su legado será eterno. Cantó y disparó contra el olvido. Y dejó esta brillante perla oscura como despedida, You Want it Darker. El último vals del príncipe, que bailará por siempre.

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