19 abril, 2024
Nada más entrar en el teatro impresiona el montaje de escenografía que nos espera sobre él. Sacos de ropa, cajas de frutas tiradas por el suelo, todo se entremezcla con los instrumentos que quedan casi escondidos a nuestra vista.

Nada más entrar en el teatro impresiona el montaje de escenografía que nos espera sobre él. Sacos de ropa, cajas de frutas tiradas por el suelo, todo se entremezcla con los instrumentos que quedan casi escondidos a nuestra vista.

Hay menos gente que ayer, aún así el teatro está casi lleno. Quiero pensar que la menor afluencia de gente se debe a que hoy es lunes y que Esperanza Spalding tiene más tirón mediático que Melody Gardot en nuestro país. Está claro que no entre los profesionales ya que es de sobra conocida para nosotros la tremenda voz e historia personal de esta mujer.

La noche empieza puntual como un relog. Aparece un foco y luces púrpuras inundan el escenario. Sale ella en silencio, vestido negro de pantalón largo y foulard de pelos blancos al hombro. Gafas negras y gorro al estilo francés completan su indumentaria.

El inicio del concierto no podría ser mejor, un accapella con reminiscencias a la música negra de los esclavos americanos. No podríamos haber pedido una manera mejor de romper el hielo inicial. Una voz potente, profunda y visceral inunda todo el auditorio.

Como por arte de magia los músicos aparecen en el escenario, se iluminan unos focos que se elevan desde el escenario hasta el maravilloso techo del Maestranza.

Al terminar este primer tema y sin mediar palabra Melody se sienta al piano y  una serie de sonidos con influencias indias nos da pie a pensar que estamos ante uno de esos conciertos totalmente étnicos. Donde la música de todo el mundo se entrelazará como si fuera humo de incienso, con formas variopintas.

La banda se compone de batería, contrabajo, saxo/clarinete, guitarra eléctrica/clásica y hombre de los sonidos para efectos específicos, como triángulos, platillos, etc.  Y por supuesto, ella al piano.

Mucho más rítmico que el de ayer, este concierto se basa en el jazz fluido, punzante, animado y cargado de electricidad en cada uno de los instrumentos que en esta especie de introducción nos regalan sus 3 minutos de gloria.

“Goodbye” es el primer tema oficial elegido para comenzar.

La iluminación está muy cuidada, alternándose no sólo los colores sino la intensidad, la localización y el número de luminarias en cada tema y casi con cada beat del tema. Incluso la iluminación de todo el teatro forma parte del juego en los momentos álgidos de los temas. Al final del tema el hombre de los ruidos nos deleita al borde del escenario con una sesión gratis de ritmo en las venas, que viene que ni pintado con esta especie de bodebill. Espectáculo con mucho estilo.

Para el siguiente tema dos focos como de sesión de fotos la iluminan desde el final del escenario. Se permite el lujo de pronunciar las primeras palabras de la noche para introducir en medio del tema un cambio de ritmo impresionante hacia el Caribe y lo brasileño. Una diva brasileña con tacones dorados a juego con el cinturón.

Ya suenan las palmas al ritmo de la batería y el clarinete. Sí que ha empezado fuerte esto.

La mezcla de idiomas de la que hace gala incluye el francés, el español y el inglés, aunque nos consta que sabe algún que otro idioma. Por lo que es difícil seguirla a veces. Las primeras palabras de la noche en español son precisamente:

“… ¿Cómo están? Quizás mejor más tarde. Mucho mejor para la comida de la cama que para la conversación de la cena…”

a la que siguen unas preciosas palabras de agradecimiento en las que se muestra graciosa, cercana y muy simpática.

“I love Paris” nos trae a la Melody más chispeante, con cierto pudor, pero libre de ataduras. Al hablar se ríe de ella misma por hablar en varios idiomas a la vez, y nos enamora. Ese amor que tal y como ella misma dice siente por la música del mundo, desde Paris a Brasil, es el que consigue transmitirnos esta noche de manera clara y cercana. El amor y el desamor, la alegría y la tristeza, todo eso y mucho más se ha acercado esta noche a Sevilla. Lo más reseñable del tema es el sólo de saxo que Erwin Harke nos regala sin esperar más que aplausos y algún que otro suspiro de nuestra parte.

Podría estar 2 horas tocando y yo pagaría gustoso por verlo.

Ritmo, fuerza, empaque, virtuosismo, realidad, fuerza y religión es lo que destila su música. Música como sentimiento incontrolable que sale de un saxofón, al que poco a poco se le van sumando los demás integrantes del grupo. Sobrecogedor y extasiante por momentos.

Un canto delicioso a la música del planeta. Un diálogo entre guitarra española y violonchelo deja al público asistente sin respiración.

Sin apenas dejarnos un momento de respiro la canción que continúa desborda belleza por todos sus poros. Es difícil describir un tema así en directo, y poco tiene que ver con lo que se escucha en sus discos. La caja, la batería, el saxo y la guitarra española luchan en protagonismo con la hipnotizante voz de Melody.

Tras un “I hope you enjoy my touch” los ritmos árabes desérticos llegan a este gran teatro, y a través de él a nuestros oídos. Perdonadme que no siga tomando notas, pero la mezcla con sonidos brasileños y portugueses me está dejando literalmente con la boca abierta.

Tras un tema intimista a piano y violonchelo para terminar de enamorar y derretí nuestros corazones llega el famoso “Baby I´m a fool”, donde ella a la guitarra y el batería con un tambor son capaces no sólo de ponernos la piel de gallina, sino de hacernos soñar con que no existe ahora mismo en la tierra un lugar donde prefiriera estar más que este.Si cierro los ojos soy capaz de echarme a llorar. Es algo así como escuchar el disco pero con realidad aumentada.

Sublime, es la palabra que estaba buscando.

“Who will confort me” sube a todo el grupo de nuevo al escenario. Las palmas de todo el auditorio nos sacan de nuestro mundo de placer íntimo y personal en el que nos habíamos sumido. Nos recuerdan que esto es un concierto donde los ritmos y las sensaciones se pisan unas a otras sin compasión pero de manera embriagadora.

Aunque el teatro está más o menos a mitad de su capacidad nos ha faltado tiempo al escuchar el ritmillo y la llamada de Melody para levantarnos y marcarnos un bailecito con ritmo brasileño. Nunca antes había visto al Maestranza bailando, digno de ver e imagen que se me ha quedado grabado en la retina.Los temas se conectan con un hilo argumental delicado y bien hilado. La sutileza y la dulzura dan paso en cuestión de segundo a ritmos latinos que nos hacen mover la cadera casi sin quererlo. Lo mismo nos sentamos que al instante nos volvemos a levantar para seguir bailando. Esto es una maravilla. Y de repente, y casi sin avisar nos comunican que esto termina…..claro, que poco dura la intención. En menos de un minuto la volvemos a ver sobre el escenario y esta vez a ritmo de carnaval!!

Estamos ante el momento más álgido de la noche y aunque la gente no se quiere sentar, poco a poco, el jazz, como no podía ser de otra manera, hace su aparición para conseguir que se relajen nuestros excitados corazoncitos.

Entre los bises que se nos van relajando podemos encontrarnos su popular versión de “fever” que con el suave contoneo del jazz y la dulzura del piano se nos antoja delicioso.

Tras otra breve salida, acompañada por palmas sevillanas, cada vez tenemos más claro que, ni ella se quiere ir, ni nosotros vamos a dejar que se vaya. La atmósfera es sobrecogedora, el amor a la música que se respira en todo el auditorio y sobre todo la sensación reinante de estar viviendo algo único hacen que no se pueda borrar la sonrisa tonta de nuestras caras.

Y como colofón final, un mix de temas que termina con el “over the rainbow” presentado con un violonchelo tocado como guitarra española y Melody Gardot sentada a su lado dando una lección de registros vocales, de sencillez, sutileza y amor por la música.

Los pelos de puntas y lágrimas de alegría en los ojos por haber podido estar hoy aquí.

 

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