17 abril, 2024
Cuando celebró su cincuenta cumpleaños en el Madison Square Garden, se despidió diciendo que no sabía hacia dónde se dirigía (artísticamente), pero que no nos aburriría.

Estrella negra, no brilles sobre mí, estrella negra.
Estrella negra, quédate detrás de mí, estrella negra.
Me queda mucho por amar.
Dame más tiempo para hacer realidad unos cuantos sueños más.
Estrella negra.

“Black Star” de Elvis Presley (1960)

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Cuando celebró su cincuenta cumpleaños en el Madison Square Garden, se despidió diciendo que no sabía hacia dónde se dirigía (artísticamente), pero que no nos aburriría. De hecho esta última (¿última?) jugada no la esperábamos; cumpleaños y un nuevo álbum que casi es póstumo por días, sin que nadie fuera de su círculo supiera lo grave de su salud estos últimos años.

El asunto es un poco más serio; Blackstar, según el gran amigo y productor de David Bowie, es un regalo de despedida, y a la vez la manera en la que el genio de Brixton ha querido expresar su lucha contra la enfermedad que le ha llevado a dejar esta dimensión. Los siete temas presentan de manera misteriosa, y también siniestra, una seria de imágenes y alusiones a la muerte que empiezan en el título del ábum. Los siete temas están llenos de frases como “miradme, estoy en el cielo”, “algo ocurrió el día que murió”, “si alguna vez vuelvo a ver los bosques”, “tengo cicatrices que no se pueden ver”, “llamaron de la clínica”, o más directamente “me estoy muriendo” y la irónica “¿Qué coño ha pasado con el lunes?”, día en que falleció.

Los temas presentados en videoclip eran reveladores. “Blackstar” es hoy más sobrecogedor que hace unos días, con un Bowie disfrazado de espantapájaros humano, la solitaria vela de la imaginaria villa de Ormen, los restos mortales del Mayor Tom aún en su escafandra, y personajes sacados de una pesadilla. “Lazarus”, es más sobrecogedor, con un Bowie postrado en una cama de hospital, y un siniestro personaje saliendo de un armario (más bien sarcófago), y que se coloca bajo su cama. Al final del video, Bowie entra al vestido con ropa que usó en los años setenta. En palabras y en imagen, en poesía, al fin y al cabo, David Bowie nos decía adiós sin nosotros saberlo.

Y el sonido… Acercándose a la treintena de álbumes, Bowie decidió darnos una lección de nuevo, poniéndonoslo difícil, con recompensas más que suculentas en cada canción. El sonido de la fantasmagórica “Blackstar”, se apaga a mitad del tema, llegando una melodía que bien podría haber salido de, por ejemplo, “Hours” (1999)… que nos deja caer casi sin darnos cuenta volviendo a la oscuridad del comienzo. “Lazarus” fue escrita para la obra de Broadway del mismo título, recuperando su personaje en El Hombre que Cayó a la Tierra, (Nicolas Roeg, 1976), aunando así en una misma canción a un resucitado, con un personaje desgraciado en nuestro planeta. Más oscuridad con sadomasoquismo y algo un poco más allá con «Tis a Pity She was a Whore», más aún con «Sue (Or in a Season of Crime)».“Girl Loves me” recupera el dialecto Nadsat de los jóvenes delincuentes de La Naranja Mecánica. Aunque sombría y con momentos de travesura malvada, está bien diferenciada de “Dollar Days”, aunque la belleza de su melodía lleva de fondo sombras. “I Can’t Give Everything Away” ofrece un alivio sonoro al resto del álbum, con una letra y un silencio final que destila un adiós.

Amenazante, inquietante, dulce, paradójico, estremecedor… Los temas traen reminiscencias de su trabajo con Brian Eno, combinado con el jazz de grandes músicos, llenos de elegantísimos solos de saxofones y armónicas. El objetivo, dice su productor, Tony Visconti, era evitar a toda costa el rock and roll. Y así es.

Menos accesible que su anterior trabajo, The Next Day (2013), Blackstar, dejando a un lado el fallecimiento del artista, atrae al modo de las sirenas que querían acabar con la vida de Odiseo y su tripulación en La Odisea, sólo que esta vez, el artista parece atraer para poner en manos del receptor un catalejo con el que habrá de ver su futuro en esta vida, o más bien un caleidoscopio, aunque sin colores, sólo formas y sonido

La meditación, contemplación y descripción de la fragilidad humana en estado de demolición, de desmembramiento, que el álbum lleva consigo se puede resumir con las palabras que Shakespeare en boca de Horacio, en Hamlet, al ver al fantasma del padre del príncipe de Dinamarca: “Me llena de horror y asombro”. Y así es, un álbum brillante y oscuro, tanto, tanto, como una estrella negra.

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