28 marzo, 2024
Podemos destacar de este concierto, el sonido maduro, los cambios de registros en cada tema muy depurados y sobre todo un sentido de la estética musical que a veces se acerca a lo indie y otras al rock más desenfrenado. Puro sentimiento hecho música.

Después de haber disfrutado con el concierto de Marina Gallardon llega a tierras sevillanas Ainara LeGardon, una bilbaina de 37 años con 4 discos en solitario.

Su último trabajo  “We once wished” (2011) ha recibido muy buenas críticas, y es considerada uno de los referentes del folk-rock español.

00:00 Comienza el concierto

Rubén Martinez – bajo, Héctor Bardisa – batería y Paco Jimenez – sonido

La diferencia en los primeros acordes se hace palpable con la misma rapidez con la que la gente se va acercando al borde del escenario. Primeras palabras:

«Gracias a marina gallardo por el concierto que nos acaba de ofrecer y por prestarnos la mitad del su equipo»

La cosa comienza bien,  “Make it mine forever” y “You gave me” de su último trabajo eran citas ineludibles.

La mezcla de ritmos, dejando la parte intimista y pausada para los primeros compases y cortándola después de raíz con un estruendo de energía, enciende las almas de los presentes.

Todos en pie, bien cerquita del escenario para disfrutar del poder de atracción que tiene este rock con reminiscencias inglesas y en parte clásicas.

Sin concesiones pasan de un tema a otro para deleite del graderío. Los temas perfectamente reconocibles son seguidos por pies y cabezas a diestro y siniestro.

Con “We once Wished” el corte estridente de un sonido desgarrador crea ansiedad en el ambiente que es sabiamente paliada por la tensión contenida de un cambio de ritmo susurrante y suave que no hace mas que aumentar nuestro apetito por la avalancha de sonidos hacia nuestros oídos. Es como una especie de droga que solo puede ser saciada con buen rock.

Llegamos a un momento más íntimo y cercano cuando para “The third” y “Hugs that won´t last“ ella se queda tocando sola en el escenario, aunque en el segundo tema la batería ayuda en momentos puntuales.

The third” se la dedica a la organización por permitirle volver a tocar en el Nocturama después de 8 años, cuando ella vino a una de las primeras ediciones del festival con su segundo trabajo.

Justo antes de “I left”, con mucha más potencia y empaque que en el disco todo sea dicho, dice algo de «vamos a bailar un vals» que no entendimos, ojala se lo hubiéramos podido preguntar después. Porque la verdad ¿el tema no tiene nada que ver con un vals?

Ainara muestra una buena versatilidad vocal, lo que hace que sus desconsideradas travesuras vocales queden incluso bien.

La impresión en nuestros oídos de estar escuchando un sonido depurado, trabajado y estudiado es más que palpable.

Lo que más destaca es la facilidad para mezclar el desenfreno de grupos estilo «System of a Down» con la parsimonia del folk anglosajón. Para hacer eso hay que saber muy bien lo que se quiere porque sino te puede salir fatal y no cuadrar ni con cola. Sin embargo, parece que lo hace con total naturalidad.

Cuando el desenfreno no tiene control pasan cosas como las que vemos ahora. Una personilla de poco cuerpo y una guitarra preciosa pegando saltos y espasmos de pura energía soltada a borbotones. Dulce caos musical.

Tras “Reason” y “Thirsty” hacemos como el que nos vamos, porque apenas llegan a bajar de las escaleras.

Al subir, agradece la posibilidad por volver a tocar con Rubén y Héctor,  que nos confiesa que si no es en estos encuentros es difícil que se crucen.

La complicidad con la que se manejan en el escenario hace dudar a veces que haga tanto que no tocan juntos. Se les ve disfrutar y eso se contagia.

Aunque, cuando más se les ve disfrutar es cuando más desfasan. Unos minutos en los que los sonidos guturales y los chillidos estridentes de una guitarra arañada con pasión nos trastocan las ideas y los pensamientos, y el silencio ensordecedor de un fin de fiesta por todo lo alto.

Con el pitido aún en nuestros oídos ahora sí parece que se ha acabado.

Podemos destacar de este concierto, el sonido maduro, los cambios de registros en cada tema muy depurados y sobre todo un sentido de la estética musical que a veces se acerca a lo indie y otras al rock más desenfrenado. Puro sentimiento hecho música.

Curiosamente pocos temas antiguos hemos podido escuchar esta noche, y a hecho un repaso exhaustivo de su último disco, que evidentemente, encontraremos a la entrada por un módico precio.

Aún así, y aunque nos hubiera gustado también ver la parte más dulce y aterciopelada de Ainara, un concierto que desde luego no nos ha dejado indiferentes.

Más info: winslowlab

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