16 abril, 2024
Si las meigas levantaran la cabeza…

La noche del pasado miércoles 22 de agosto todos los aficionados a la música folk céltica de la provincia de Cádiz tenían una cita ineludible en Jerez de la Frontera. Y es que en la Sala Paul duendes y meigas iban a acudir para deleitarse con la música tradicional de Irlanda, Bretaña y Noruega. La música étnica de influencias celtas animaría una noche en los valles del sur, que se hayan muy alejados de las tierras de origen de este género musical. La Delegación de Juventud del Excelentísimo Ayuntamiento de Jerez, de la mano de Faro Producciones, prometía una velada única y muy especial con la actuación del mítico grupo francés Gwendal, y como teloneros los autóctonos Terralta.

Terralta no decepcionó y supo levantar al público con sus polcas y su humor entre canción y canción. Y no fue fácil, porque el calor de las noches estivales de Andalucía no animan a la danza, pero Terralta no se dejó amilanar y cumplió eficazmente con su papel de maestro de ceremonias. Gracias a una descarga de notas potente a la par que armoniosa, estos jerezanos supieron demostrar que tienen sangre puramente celta corriendo por las venas, y su actuación fue acorde a la pasión de su música pagana, con voces graves para transmitir a los asistentes el ambiente de una típica taberna de los verdes valles de Irlanda. Con himnos tan célebres y míticos como ‘Johnny I Hardly Knew ye’ o ‘Drunker Sailor’ Terralta atrapó al público en su embrujo musical, en el sentido más apropiado del término, cantando todos con una sola voz para abrir la que será sin duda una noche mágica en la provincia de Cádiz.

Pero el plato fuerte llegó con Gwendal, un humilde a la par que célebre grupo de la Bretaña francesa famoso por su música instrumental de influencias celtas. El grupo galo puso al servicio de su público todo su amplio repertorio, y es que la velada servía para celebrar los 45 años de existencia de la banda. Sí, has leído bien querido lector o lectora, 45 años. La buena música no pasa de moda. Puede que no haga mucho ruido mediático, pero es eterna. Como eterna es la música de los antepasados celtas de las buenas gentes de los pueblos de Europa, que Gwendal transportó por una noche a las tierras andaluzas. Fue ya gracias a sus mágicas melodías cuando los asistentes al evento dieron el todo por el todo y, como poseídos por el espíritu del propio Vercingétorix, se lanzaron a danzar, cantar y aplaudir, formando grupos de felices bailarines y bailarinas que se dejaban llevar por la música celta.

El punto negativo de la velada, pues por desgracia raramente no hay uno, no vino del aspecto musical de la velada, sino de su más que mediocre organización. No nos referimos a la seguridad o al aforo máximo de la sala, que fue impecable en todo momento, sino a la ambientación prometida. Se anunció una venta de artesanía con bisutería, cuero y piedras, y haberla la hubo, pero se componía de dos mesas de reducido tamaño en las esquinas de la sala. Todo aquel que pensara que podría disfrutar de una velada de espíritu celta, a lo feria medieval pagana, tuvo su gozo en un pozo cuando contempló tan decepcionante panorama. Pero muchos contuvieron la esperanza ante la promesa de una queimada, bebida muy atípica en la región pero famosa en tierras gallegas. Y la hubo. Para 10 minichupitos para un público asistente que superó algo más del medio centenar. Otra decepción para el ilustrísimo. Y esto fue lo que sí hubo, porque de la lectura de runas de la buenaventura y los hados del futuro nada de nada. Parece que la meiga o bruxa que tuviera que venir para ello se perdió volando en su escoba en la noche jerezana y no pudo acudir a la cita.

Sinceramente, por estos detalles de prometer más de lo que se puede abarcar se convirtió una cuidada actuación musical de excelente calidad tanto de Terralta como de Gwendal en un decepcionante festival de influencias celtas. Más hubiera merecido la pena que no anunciaran nada más allá de las propias actuaciones y el público se encontrara con la grata sorpresa de poder llevarse un recuerdo artesanal de la velada. En su lugar, prometer lo que no se puede cumplir deja un mal sabor de boca que estropea el recuerdo de, por otro lado, un concierto a todas luces acertado y de gran calidad musical.

Como dicen en tierras gallegas: <<Nunca choveu que non escampara>>, o lo que es lo mismo: <<Nunca ha llovido que no escampase>>.

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