19 abril, 2024
Esto es una banda tributo. De las de verdad. Quizá la mejor del mundo, como dice Rolling Stone.

QUEEN SAVE GOD SAVE THE QUEEN

El Magic Tour de 1986 en Wembley Stadium, de cabo a rabo. Ésa era la promesa. El repertorio de la última gira de Queen al completo en un recinto ya inexistente. Prácticamente una sucesión de grandes éxitos y clásicos incontestables. Mitos que componen y que se superponen a otros mitos…

Una gran responsabilidad, ciertamente. Decía la Rolling Stone que God Save The Queen son la mejor banda tributo del mundo, y uno, que desconfía de las frases de ese tipo, sonríe de medio lado y acude a nuestro Wembley Stadium particular con cierto escepticismo. Ahora me lo creo.

Al fin y al cabo, ¿qué es una banda tributo? Cuatro o cinco tipos de mediana edad, algunos con tripita, jugando a ser lo que nunca fueron, o serán. O una feria lamentable que se mueve en bodas, bautizos y comuniones entre niños y borrachos. O un atajo de sanguijuelas sacando provecho de un legado que no les pertenece. O… un equipo de profesionales como la copa de un pino dejándose el pellejo para hacer felices a mogollón de fans que ansían rozar durante un par de horas la ilusión de estar allí realmente, donde y cuando no estuvieron porque eran demasiado jóvenes o no habían nacido aún; o revivir momentos dorados en el caso de los más privilegiados de entre el pureteo.

God Save The Queen pertenecen, evidentemente, a esta última categoría. Es impresionante la puesta en escena de estos cuatro argentinos, su mimo por cada pequeño detalle. Revela un trabajo duro y consistente, hecho no sólo a base de pasión hacia la banda, sino de talento, tesón, ensayo, ensayo, ensayo y más ensayo.

Vayamos por partes:

El tipo que toca el bajo. John Deacon, el miembro menos atractivo del cuarteto británico, lucía por la época un curioso cardado, un chándal súper hortera y más tarde unos pantaloncitos cortos que daban muuuuucha grima. A mí este tipo de cosas me da francamente igual, pero todo fue reproducido con bastante exactitud, lo cual me hace plantearme la justa necesidad de un aumento de su sueldo. Imitaba el “pasito a pasito” de Deacon en los momentos más rítmicos del bajo, encogía las rodillas como hacía su modelo en otros más orgiásticos, y al despedirse alzaba su instrumento con ese aire de “pues pasaba por allí” tan característico del autor de Another One Bites The Dust. Cantó tan poco como Deacon, pero a cambio apoyó con teclados en determinadas canciones en las que no contaban, como es lógico, con Spike Edney como teclista invitado. Es un bajista fino y preciso, que hace justicia al exquisito trabajo del gran desconocido de Queen.

El lugar. Bueno, esto no era un concierto de Queen en un estadio, pero sí fue un magnífico concierto de una banda tributo a Queen en una parte considerable de un estadio. El acceso fue fácil y ordenado. Aquello estaba hasta los topes, la verdad, y bastante animado, con una tónica en general bienhumorada y desenfadada ante lo que se presentaba como una evidente ocasión para la nostalgia. Llegamos al término de la actuación de los teloneros, otra espléndida banda tributo (a Dire Straits) llamada Brothers In Band. Ya tuvimos el placer de verles hace unos meses en nuestra ciudad, y podemos estar seguros de que ofrecieron un recital estupendo, a tenor de los aplausos que cosecharon. El escenario era considerablemente grande, y la disposición de luces recordaba con bastante fortuna al tipo de juegos que Queen solía usar, con su típico uso de cuatro colores en plan parchís (¿recordáis Hot Space?).

El tipo que canta. Pablo Padín se llama el muchacho, y lleva la carga más pesada, aunque también la más notable. El parecido físico, visto de lejos, es grande. Sólo le faltan los dientes. Cuando empieza a moverse, sin embargo, es cuando el parecido comienza a ser asombroso. No es que actúe como Freddie Mercury, es que actúa como Freddie Mercury en ese momento de esa interpretación en particular de la canción que está cantando. Llevar la misma ropa ayuda, claro, pero está claro que el DVD de Wembley de Pablo está muy quemado, y que ha pasado mucho tiempo delante de un espejo perfeccionando el arte de traernos al mensajero de los dioses por excelencia. Tengo la duda de si el pelo del pecho era postizo. Pero de lo que no tengo dudas es acerca de su valía como vocalista. Pablo Padín es grande. No tiene el espeluznante rango de Mercury, ni la belleza indiscutible de su voz, pero hay que decir que durante el concierto su garganta no flaqueó apenas, como sí le ocurrió en más de una ocasión a Freddie a causa de sus nódulos, que nunca se operó. Como pianista es correcto, y como guitarrista tan modesto como el autor de Love Of My Life. Fraseó de forma ortodoxa en general, con alguna variación bien recibida por los asistentes. Como dijo alguien detrás de mí: “encontrar a un tío así no es fácil”.

El show. ¿El show? Live At Wembley Stadium, por supuesto. ¿Es que no hubo sorpresas? Bueno, sí. Se siguió el orden del Magic Tour, punto por punto, canción tras canción, desde el inicio con One Vision hasta el himno que da nombre a esta banda argentina, con algunas versiones ligeramente acortadas, pero se las arreglaron para regalarnos unas cuantas cosas extras. Veamos: en Another One Bites The Dust, durante la parte de voz y batería, Pablo intercaló unas líneas de Fun It, olvidadísima canción del disco Jazz; precediendo el Brighton Rock Solo de Brian May, su sosias nos obsequió con otro solo, esta vez sacado (y excelentemente tocado) de Gimme The Prize (Kurgan’s Theme), del álbum A Kind Of Magic y la peli Los inmortales; la parte operística de Bohemian Rhapsody es interpretada en vivo (cosa que me pareció muy valiente por su parte, aunque no se pueda comparar con las 180 pistas de voz de la grabación original; ¡con dos cojones, chicos!); durante Hammer To Fall, a falta del mencionado Spike Edney, un pipa de la banda es el encargado de la guitarra rítmica (cosas del presupuesto, supongo); y, sobre todo, tras el concierto de Wembley en sí, tocados ya los himnos eternos de despedida de los conciertos de Queen (We Will Rock You, Friends Will Be Friends, We Are The Champions y God Save The Queen), la banda volvió a salir para deleitarnos con tres temazos, que fueron I Want It All (compuesta tras el Magic Tour), una celebradísima Don’t Stop Me Now y (debilidad personal) la sensacional versión rápida de We Will Rock You que Queen solía emplear para comenzar sus conciertos a fínales de los 70 y comienzos de los 80. Gracias.

El tipo que toca la guitarra. Empezó algo frío el hombre, los dedos algo erráticos. Una vez entró en calor, aquello fue la bomba. Con sus réplicas de la Red Special, su pelucón a lo Luis XVI y su aire de guitar-padre de familia, este doble de Brian May convenció al personal, sobre todo en las canciones más rockeras, como es lógico, y especialmente durante un Brighton Rock Solo de órdago, muy fiel a la especial concepción de su instrumento del Dr. May. Cantó donde tuvo que hacerlo (menos en el principio de Who Wants To Live Forever), especialmente bien en Hello Mary Lou (Goodbye Heart), tocó teclados varios con soltura y sólo le vi un poco fuera de onda en Love Of My Life. Un auténtico fuera de serie.

El sonido. Muy bueno. Tan sólo la batería (en concreto la caja) parecía perderse ocasionalmente en la mezcla. Los coros podrían haber estado algo más presentes, pero en general todo estaba bastante en su sitio. Cuando daba el do de pecho (y esto ocurrió muchas veces), a Pablo se le oía hasta en Urano.

El tipo que toca la batería. Roger Taylor es un batería excelente. No es algo obvio para cualquiera, que puede cometer el error de aprender las canciones de forma que pase por alto el particular modo que tiene Taylor de apoyar la caja con ese cierre de charles, o esa tendencia suya a acelerar el ritmo de forma casi imperceptible (tendencia que en mi opinión deviene en virtud, pues en directo cierto nivel de excitación extra es muy recomendable). El rompeparches de God Save The Queen es un buen clon del autor de Radio Ga Ga, aunque acelera los temas un poco más desarticuladamente de lo debido. Lleva el pelo rubio guiri ochentero obligado, hace coros muy agudos (pero sin esa cualidad aguardientosa) y la camiseta de gondolero de San Quintín. Cuando bajó del podio para tocar la pandereta soltó aquello de “Hey, clap your hands!”, así que me conquistó sin remedio.

Esto es una banda tributo. De las de verdad. Quizá la mejor del mundo, como dice Rolling Stone. Eso no lo sé. Sí sé que estuvieron a la altura de las expectativas, que eran recordar a una banda esencial en la última de sus gestas en directo, con un Mercury absolutamente mesiánico en su papel de domador de público a raudales; rozar esa ilusión, la de estar allí, cuando todo ocurrió, en alguna que otra ocasión (recuerdo mirar una de las pantallas y dudar de si lo que veía era el concierto o el otro concierto).  Sólo por eso ya merecen un respeto, aunque vivan de un legado que no les pertenece. Porque ese legado nos pertenece a todos los que hemos amado alguna vez a esta banda genial y a menudo incomprendida. Saliendo de nuestro particular Wembley Stadium ya tenía el título para la crónica. Sí, creo que darían su bendición, qué coño.

Todas las fotografías por Esperanza Mar. Podréis encontrar estas y muchas más en nuestro Flickr

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1 comentario en «Crónica de God Save The Queen en el Estadio Olímpico el 29/10/2013»

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