28 marzo, 2024
O deshacerte de dos horas en una historia anodina

Netflix parece que está delimitando sus líneas de actuación de forma cada vez más claras en cuanto a su contenido en largometrajes. Vemos mucha ciencia ficción, con gran tirón entre cierto público muy alternativo; mucha comedia romántica, generalmente adolescente, especial para millenials; y mucha cinta con escaso o nulo presupuesto para compensar las grandes y sorprendentes apuestas del servicio de streaming. Pues bien, ‘Cómo deshacerte de tu jefe’ (2018) encaja en estas dos últimas categorías. No es una cinta memorable, ni goza de una gran producción. Solo cuenta con dos caras conocidas, y una historia que empieza bien en su planteamiento, se desinfla y se vuelve inverosímil para su gratuita conclusión. Hay piezas mucho peores en la historia de Netflix, pero no estamos ante una cinta que vayamos a recordar cinco minutos después del ‘The end’.

Dos jóvenes trabajadores con gran ambición, Harper , interpretada por Zoey Deutch; y Charlie al que da vida Glenn Powell se conocen en el rascacielos en el que trabajan a las órdenes de dos jefes adictos al trabajo y tiránicos, Kirsten Stevens, caracterizada por Lucy Liu, y Rick Otis, con el rostro de Taye Diggs. Entonces, para salir de su asfixiante situación, ambos traman el plan de emparejar a sus respectivos jefes para que estos desconecten de su trabajo y les den a sus ayudantes un respiro. Como vemos, no es que ‘Cómo deshacerte de tu jefe’ reinvente la rueda de la comedia romántica, pero el planteamiento original tiene ese regusto sabroso a los tópicos siempre exitosos de la comedia romántica hollywoodiense. Aquí la falta de originalidad es un punto a favor, no en contra. Hace que el espectador reconozca el género y se sienta cómodo ante la historia que se le ofrece.

Y aquí es dónde encontramos el fallo de esta cinta: su historia. Si bien el planteamiento es fresco y a la vez clásico, con una sensación de comedia simpática, sin caer en lo innecesariamente irreverente, con los tópicos del género (como por ejemplo el clásico amigo gay descarado y divertido) y las escenas cómicas lo son a un nivel asequible y equilibrado, la narrativa se desinfla a cada minuto. Una vez los protagonistas han logrado su objetivo, la historia se precipita cuesta abajo y sin frenos, y se percibe la falta de trabajo en el guion de su directora, Claire Scanlon. Es como si, a partir de lograr ese climax, ya no supieran cómo darle la vuelta a la historia, cómo hacer ese giro inesperado, y cómo solucionarlo. Hay tenemos una sucesión de escenas que apenas aportan nada al desencadenante, o que ni siquiera son divertidas, lógicas o coherentes con la historia final. Es más, el final resulta tan gratuito, tan hecho deprisa y corriendo, que aunque satisface por llegar a la conclusión que el espectador románticamente espera, deja una sensación de ácida inconclusión que no satisface al ojo crítico.

Otro aspecto muy crítico para la cinta es su racismo. Sí, racismo. No, no se trata de una cinta racista dónde se menosprecie a ninguna raza o se le prejuzgue. Es más, los co-protagonistas son de raza asiática y afroamericana y son triunfadores y de éxito, y en cierta escena se les describe sin alusión alguna a sus características físicas raciales. Pero no podemos dejar de pensar que ya cansa que los protagonistas principales, la pareja amorosa joven y bonita, los que están ahí para sacarte la sonrisa, son dos chicos caucásicos y más blancos que la leche. Ya cansa el cine en el que el amigo es gay, la jefa asiática y el jefe afroamericano, pero los ‘protas’ blancos. Este filme poco original habría ganado mucha mucha frescura si sus protagonistas no hubieran sido blancos, si hubieran roto el tópico. Aunque a muchos directores les cueste creer, las personas homosexuales o latinas, asiáticas o afroamericanas, por ejemplo, pueden ser protagonistas de películas en las que haya muchos tipos de personajes. Ya cansa el ‘cine para blancos’, ‘el cine para negros’ o ‘el cine para este o el otro’. El cine debe ser cine, y las historias ser universales.

Por suerte para Scanlon, Deutch y Powell desarrollan entre ellos una química casi perfecta que llena la pantalla y mantiene en alto un guion que no da más de sí. Estos jóvenes actores mantienen el interés de una cinta con solo cuatro personajes principales y lo hacen con buena energía y una relación natural y divertida. Si bien podría haberse explorado más las diferencias entre ellos y su incompatibilidad, otro tópico de éxito de la comedia romántica, o haber desarrollado más interrelación con las respectivas amistades de cada uno, otro aspecto que da profundidad y credibilidad, a la vez que pie a escenas divertidas, esto haría de la cinta una buena cinta, y no una hecha deprisa y corriendo, claro. Es esa receta que las abuelas siempre decían: en la cocina, lo más importante es el amor, el cariño, la dedicación.

Y esta comedia romántica ni supura amor, ni demuestra haberse hecho con el mismo. Simpática, sí, memorable, ni de lejos.

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