28 marzo, 2024
Muchos os estaréis preguntando quién era este tipo. Para mí (y asumo que para muchos otros más) se acaba una era: ha muerto el hombre a quien no se podía sustituir, en una banda por la que han pasado cerca de veinte músicos a lo largo de casi cinco décadas.

Muchos os estaréis preguntando quién era este tipo. Para mí (y asumo que para muchos otros más) se acaba una era: ha muerto el hombre a quien no se podía sustituir en una banda por la que han pasado cerca de veinte músicos a lo largo de casi cinco décadas. La banda, por cierto, es Yes. Y, de hecho, ya ha sido sustituido. Billy Sherwood, su compañero en tantas aventuras dentro y fuera de la banda madre, se hará cargo del bajo en la próxima gira americana, junto a Toto. Pero, aunque Sherwood está capacitado de sobra para tocar la música de la que seguramente sea su banda favorita, hay cosas que no van a funcionar. ¿Quién va a llegar a esos falsetes increíbles en los coros? ¿Quién va a provocar una sonrisa con sus posturitas en el escenario? Steve Howe y Geoff Downes son unos siesos, por más que su trabajo solo me provoque admiración. Jon Davison carece del grado de carisma necesario para conectar con el público entre canción y canción, y el pobre Alan White ya tiene bastante con su enorme batería.

Y aún más: ¿Qué va a ocurrir con Yes a largo plazo? Chris Squire era el «propietario» de la marca registrada «Yes»… aunque no creo que eso vaya a detener a los demás a la hora de publicar más cosas bajo ese nombre, y yo mismo no tendría ningún problema si la alternativa es no volver a disfrutar de algo nuevo de una de mis bandas favoritas.

Pero eso pertenece al futuro, y hoy quiero escribir sobre el pasado. Sobre un pasado glorioso en el que bandas como Yes reinaban sobre la faz de la Tierra antes de que el meteorito Punk lo arrasara todo. Y sobre un pasado más cercano, en el que unos Yes convertidos en un museo viviente deambulaban por el mundo dejando constancia de su legado y del indiscutible dominio de sus instrumentos. Chris siempre estuvo ahí, a las duras y a las maduras, impregnándolo todo con su Rickenbacker mágico y su voz de chico del coro.

Chris Squire no era un bajista común. Desde que un fallo en los auriculares del estudio donde Yes grababan su disco debut hiciera que el sonido de su bajo estuviera anormalmente alto (y que Squire astutamente ignoró), esta particularidad se convirtió en una seña de identidad. Nadie, ni siquiera John Entwistle de The Who, había sonado tan rotundamente antes. Un jovencísimo Brian May flipó en colores cuando pudo observar el equipo destinado a los graves durante un concierto en el Imperial College. May cuenta lo mucho que Queen admiraban a Yes en sus comienzos, cuando no tenían contrato discográfico  y alguna vez abrieron para ellos. De hecho, el factor vocal era una de las grandes influencias para Queen, y por supuesto para John Deacon en lo instrumental (y un don nadie Freddie Mercury le comió el tarro a Squire en cierta ocasión, mientras le probaba unas botas en la tienda de ropa donde trabajaba, intentando conseguir una oportunidad).

Desde su posición como uno de los bajistas más influyentes de la historia Squire pudo trabajar con muchos de los músicos más reputados de su generación. Estuvo a punto de formar un súper grupo junto a Alan White y Jimmy Page y Robert Plant de Led Zeppelin, llamado XYZ (especie de acrónimo de Ex Yes y Zeppelin). La cosa se fue al garete cuando Plant no lo vio claro y prefirió centrarse en su carrera en solitario, pero algo de lo compuesto por los otros tres se recuperó en subsiguientes discos de Yes y Page. Sí fructificó su proyecto junto a Steve Hackett, imaginativamente llamado Squackett, y que dejó un buen y único disco.

Los propios Yes, aunque en años recientes fueran prácticamente ignorados por los medios, fueron en su momento una de las formaciones más notables del rock progresivo, junto a Pink Floyd, Jethro Tull, King Crimson, Genesis, Emerson, Lake & Palmer o Rush. Fue la primera o una de las primeras bandas en usar rayos laser en escena, y durante sus años de éxito llenaron estadios sin problema, ya fuera presentando el marciano Relayer (1974) o un single tan incontestable como «Owner of a Lonely Heart», del genial 90125 (1983).

Sin embargo, cuando tocó probarse en solitario, demostró que no necesitaba escudarse tras un colectivo para ofrecer algo especial. En 1975 apareció el que seguramente sea el mejor disco de cualquier miembro de Yes en solitario, el excelente Fish Out Of Water (aunque, eso sí, muy bien acompañado). No volvería a editar otro disco a su nombre hasta 2007, un bonito trabajo basado en su amor por la música coral navideña llamado Chris Squire’s Swiss Choir.

En 1989 fue una de las muchas estrellas que volvieron a grabar el clásico «Smoke on the Water» de Deep Purple intentando recaudar dinero para ayudar a las gentes de Armenia tras el devastador terremoto del año anterior. Fue un verdadero quién es quién de la escena rock ya veterana; allí se dieron cita Brian May y Roger Taylor de Queen, John Paul Jones de Led Zeppelin, David Gilmour de Pink Floyd, Alex Lifeson de Rush, Geoff Downes, entonces en Asia, Ritchie Blackmore, Ian Gillan y Jon Lord de Deep Purple, Paul Rodgers de Free y Bad Company, Tony Iommi de Black Sabbath, Keith Emerson de ELP, Bruce Dickinson de Iron Maiden y Bryan Adams.

Las influencias del propio Squire eran la música coral, y bandas con buenas harmonías vocales, como The Beatles o Simon & Garfunkel. Como bajista, admiraba a Paul McCartney, Bill Wyman de The Rolling Stones, John Entwistle, James Jamerson, Jack Bruce, John Deacon, Sting,  y, más recientemente, a Flea de Red Hot Chili Peppers o a Tony Kanal de No Doubt.

Su apodo era «Fish», de ahí el título de su primer disco y de su habitual solo en directo. Su compañero Bill Bruford se lo puso tras inundar la habitación del hotel cuando tomaba un baño. Decía que Squire siempre se las apañaba para llegar tarde, y el último, a lo que fuera, así fuera un concierto, una grabación o un avión. Podía ser exasperante hasta lo indecible, pero eso no ha evitado que el batería, ya retirado, le recuerde con afecto en ese libro de condolencias on line que ha puesto en marcha su amigo y cofundador de Yes, Jon Anderson. Este dice haber recuperado el contacto en los últimos años con Squire, tras un tiempo enfadado por la decisión del bajista de continuar girando sin él, cuando Anderson enfermó y se vio imposibilitado para cantar. Era piscis, por cierto.

Ahora todo eso es agua pasada. Y nunca mejor -o peor- dicho. Chris Squire ha llegado al final de su viaje. Un puto cáncer se lo ha llevado, en muy poco tiempo. Yo espero, aun a riesgo de caer en el ridículo, que haya llegado a algún sitio mejor, donde ese ambiente de espiritualidad que le rodeó y le afectó como a todo buen baby boomer en los sesenta se materialice y le reconforte. Más allá de lo desfasado de su propuesta, o de la pinta de Gambrinus que se gastara, el amigo Squire era ante todo un regalo para el aficionado a la música, y ante sus fans, entre los que me encuentro, un amigo que alegró infinitos días de descubrimientos maravillosos y recuerdos muy valiosos.

Se acabó el pescado. Descansa en paz, amigo.

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