29 marzo, 2024
Bill Evans y su banda "Soulgrass" nos visitaron el pasado mes de mayo y nos dejaron uno de esos conciertos para grabarlos a fuego en tu mente.

Por fin conocemos a Luis Díaz, responsable de prensa del Teatro Lope de Vega de Sevilla. Intercambiamos algunas impresiones previas al concierto de esta noche. Siempre amable y muy agradable, así da gusto trabajar.

Vemos gente en el gallinero, por lo que, aunque estemos en época de vacas flacas, está claro que a Bill hay que verlo, cueste lo que cueste.

Bill Evans es un saxofonista y compositor norteamericano, para el que ande despistado. Una de esas raras estrellas que fugazmente pasan por nuestra tierra. En esta ocasión presentando “Dragonfly”, su último trabajo, donde el jazz tradicional se mezcla con el funk, rock e incluso el folk o bluegrass.

En sus más de 20 años de carrera ha tocado con casi todo el mundo, Miles David, Herbie Hancock o Mick Jagger, por poner algunos, pero para la ocasión lo acompaña su banda “Soulgrass”, de mismo nombre que el disco con el que en 2006 fue nominado para un Grammy, fusionando jazz y funk.

Sin apenas tiempo para colocarnos y con algo más de aforo que con Uri Caine sobre el escenario el sonido jazzy y soul inunda la sala. Apenas 5 instrumentistas, incluido Bill y su inconfundible saxo, aunque también le dará al clarinete y al teclado en algunos temas. Ryan Cavanaugh al banjo, Match Stein a la guitarra eléctrica, Etienne M´Bappe al bajo de 6 cuerdas y Josh Dion, percusión y coros.

Entran fuerte, sin complejos, sabiendo muy bien a lo que vienen. Músicos de muy alto nivel, que se deleitan en el ir y venir de las notas entre los dedos y sus instrumentos. Difícilmente esto es susceptible a ser razonado, es mejor dejarse llevar.

Bill dirige y ordena, marca los tiempos y los compases. Josh  marca el ritmo con la batería, ya sea con improvisaciones psicodélicas con los platos o volviendo a la melodía en un abrir y cerrar de ojos con la sencilla ayuda de 4 golpes al bombo.

Además, curiosamente Josh es la voz funky del grupo, la mezcla de timbre de voz a lo Train con cardados de pelo afro nos retrotrae a las bolas de espejos en las discotecas, mientras patinadores ruedan a lo largo de la pista en clara alusión a los vídeos de Moonshoes.

Pero una misma melodía tiene muchas interpretaciones, y mientras los instrumentos van pasando de uno en uno por el borde del escenario la historia es contada bajo distintas miradas.

Etienne y Josh mantienen la estructura mientras Bill hace de las suyas con el saxo tenor.

En un cortito español y con ayuda de una chuleta nos presenta a la banda y nos cuenta que la mayoría de los temas que se tocarán esta noche son de su último disco “Dragonfly” (2012, Vansman Records) pero que también habrá tiempo para algunos más antiguos.

Las primeras risas espontáneas aparecen cuando Bill nos cuenta que ayer mismo estaban en invierno en Nueva York y un día más tarde “SUMMER” de golpe.

Esta es la primera parada en su nuevo tour y eso se nota en algunos detalles, como que de vez en cuando se ayuda chuletas para la letra de algún tema. Aunque evidentemente no llega a notarse ningún contratiempo en los temas.

Mucho registro vocal, la verdad que no tiene, pero ni falta que le hace ya que en cuanto coge su clarinete los agudos fluidos y los bajos cambiaritmos toman por completo la sala y la batuta de la interpretación.

La maestría instrumental de la Soulgrass Band es asombrosa. Ryan tiene una velocidad en los dedos con el banjo apabullante, me recuerda al sonido de un Sitar descontrolado y mágico, esto sucede mientras todo se torna hacia un duelo banjo-batería. Alucinante.

Este hombre es de los que crean escuela, aficionados y melómanos de por vida. Escuchar boquiabierto uno de sus solos debería de ser uno de esos placeres innegables de la vida.

Las influencias son variopintas en la fabricación de cada uno de sus temas- El pop, el funk, el soul de los 70´s o el más evidente jazz se entremezclan para dar paso a creaciones consistentes, atemporales y derrochando carácter. Con una estructura que en directo se repite bastante. En primer lugar comienzan las voces, acto seguido los solos que casi siempre empiezan en Bill para seguir con Match Stein a la guitarra o con el dueto de banjo y batería. Y tras un arpegio desmedido, un allegretto revolucionado que inunda por completo nuestros sentidos, de repente, una vuelta al tema original con un acto de equilibrismo musical por parte de Josh.

Una receta que funciona, de eso no hay duda. Incluso en el supuesto caos los instrumentos entran cuando deben entrar, las repeticiones se prolongan el tiempo justo y el descontrol guarda una leve musiquilla de fondo que te hace seguir el hilo del tema incluso cuando los sonidos inundan por completo tu mente.

Tras una hora de concierto un pequeño break, donde nos percatamos de otro de esos detalles que demuestran que están en pleno comienzo de gira. Etienne (bajo) no ha podido comenzar hasta que Bill no ha ido a buscarle la partitura que previamente se había llevado dentro en el descanso. Cosas del directo, como dirían algunos.

De lo que más nos está impresionando hoy es Josh a la batería, es una verdadera bestia que maneja los ritmos como quiere, y la rapidez de sus brazos es sólo comparable a la estética y armonía de su frenética mente. Desprende ritmo a borbotones.

Cuanto más nos metemos en el concierto más lugares evocadores aparecen e nuestra mente. El sonido del banjo y unos timbales a modo de percusión hacen las veces de compañeros de camino. Recorriendo lugares, tiempos y países lejanos, dejándose llevar por la vida misma y las maravillas que esta le pudiera ofrecer. A veces algo confusa y mareante, pero siempre llena de magia y esplendor. Sólo hay que pararse, respirar y dejarse llevar.

El concierto termina con “Time” donde todos participamos sin pensar al ritmo de “ehh ehh”. Mientras un apoteósico cara a cara, batería-saxo, nos deja sin aliento. A lo que prosigue un banjo-guitarra perfecto para cerrar los ojos y gritar por dentro “Ostiaaaa”.

Una oración despide al grupo mientras el auditorio se pone en pie en un sinfín de aplausos y con comentarios bajo cuerda del estilo, “dios mío, que buenos, impresionantes”. Uno de esos conciertos para grabarlos a fuego en tu mente.

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