19 abril, 2024
El pasado 9 de diciembre el Teatro Lope de Vega de Sevilla olvidó, vivió y deseó a partes iguales. Bebe presentó nuevo trabajo y recordó viejas canciones ante un público de toda la vida.

Fotografías por Nuria Sánchez

Para ella fue un honor aparecer. Sus ojos volvieron a decírtelo. A dejarte entrar. Entera volvió a deslumbrarte. A convencerte. Invadió tu espacio (el personal). Sacó el imposible. Habló bajito. Lo creó suave. Y se hizo grande recuperando recuerdos. El tiempo todo calma… La tempestad y la calma... También encendió silencios. Juntó el Cielo con la Tierra. Te pintó esa cara tan bonita que tienes. Y te dejó siendo lo que no eres. La música del ayer la convirtió en una auténtica maravilla, sí. Fue la heroína que venció. La chica más segura del mundo. La que te dio lo que más quiso y  te contó lo que más quiere encima de su sofá, como si el tiempo en él pasara para toda la vida. Como si el amor fuera lo único importante. Y la falta de él la mayor de las supervivencias. Pero el cambio que estuvo latente se hizo realidad. Te llegó. La Bebe de siempre, aún mejor, se descubrió y gritó apasionada. Respiró. Salió de sí para entrar en ti.

El Lope de Vega tuvo todos sus asientos vivos. Te tuvo a ti y me tuvo a mí pensando en nosotros. Que ya son muchos años queriéndonos. Ojalá no lo olvides. Pero espera, también les tuvo a ellos, mira qué ojos se le ponen a ese señor cantando «La Bicha». Mira qué de niños corriendo al escenario, irradiando felicidad.  Incluso tuvo lo inalcanzable al expandirse «Con mis manos» por todo el auditorio. Su letra nos drogó. Nos excitó. Porque vino para quedarse en la memoria de tus infinitos. Como infinita fue «Me fui», que te la cantó de verdad. Se destapó con uñas y dientes. Entre tanta mierda, dime, dónde estabas tú.  Encaró el pasado a base de preguntas y creó su propio futuro. Tentó al presente y voló sola. Tendría que haberse parado el tiempo en ese justo momento. Sólo así, hoy, seguiríamos allí, sumidos en la octava fila de un nueve de diciembre.

Lo tuvimos claro. Esta valiente  vino para celebrar cosas nuevas. Como esos sentimientos arrastrados por un invierno deseado. Que de tan nuevo, asusta. Como el aire fresco que se lleva todo lo malo y te trae lo desconocido. Aunque faltó muy poco para que volvieras a pensar en él, el torbellino de pasión se marchó con «Respirar» y ese porvenir que llenó de energía la oscuridad te oxigenó. Su naturaleza te sosegó, permitió que el cambio fueras tú. Tuviste todo, de nuevo, bajo control. Esta chica te regaló la esperanza para que la gastes como quieras. Fue cosa del placer que notases de repente la nostalgia de  «Ganamos». Con ella ganaste, te despediste y te prometiste que todo merece mucho más la pena, que aún quedan cosas bonitas por hacer, que aún queda él llevándote de la mano. Te dio la fuerza que pediste y se fue a llorar de espaldas a su familia, ese público que respetó como se respeta al ser querido.

La intensidad te cerró la vista y te dejó flotando sobre esa «Chica precavida» que manda al carajo a la precaución. Lo dijo bien claro, se abrió la piel poro a poro, sacó todo su monstruo, dejando atrás todo. Fuera todo. Basta ya de contenciones. Su cuerpecito se transformó. Y tú me sonreíste. Nunca fallas. Siempre vuelves. Todo salió como esperábamos. Por eso no faltamos a la cita. Por eso el encuentro pasó rápido y nos supo a mucho. Todos los públicos tuvieron su espacio y a todos se les concedió un minuto de protagonismo. No olvides que Leo, ese niño de apenas tres años, también pisó el suelo del Teatro. Porque es muy complicado no sentirte ella escuchando sus canciones. Es difícil no vivir sus letras. Imposible no sentirte identificado. El Lope de Vega aplaudió y la emoción quedó en el aire. Naciste de nuevo y al día siguiente viviste el primer día de tu nueva vida.

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