29 marzo, 2024
La cita jiennense reunió un plantel de bandas que subieron varios grados la temperatura de este ardiente verano

Fotografías por María Villa

¿Qué le pides a un festival? Nuestra respuesta podría concretarse en tres premisas básicas: programación, sonido y personalidad. Vértigo Estival las cumple todas y es por ello que, como cada año y al margen de los casi 50 grados del mercurio, el pasado fin de semana pusimos nuestro GPS rumbo a Martos. La localidad jienense acogió la edición número 13 de uno de los eventos imprescindibles del verano, con un balance tan satisfactorio que el calendario de 2018 ya tiene reservada una nueva visita a la Ciudad de la Peña.

La Piscina Municipal abrió sus aguas el viernes al mediodía para el visitante previsor mientras Dr. Música Ismael ambientaba los chapuzones al ritmo de swing, Con Four Strings sobre el Escenario Melgarejo se inauguraba el carrusel de conciertos que nos llevó apenas horas más tarde hasta su hermano mayor, el Escenario Vértigo. Allí defendieron su victoria Delbosque, ganadores del concurso Nueva Escena Independiente Andaluza, que saludaron con un oportuno «Manual contra incendios» y se despidieron al ritmo de «Los Chupasangre».

Aunque sobradamente conocidos, los onubenses plantaron con decisión sobre el terreno su pop-rock grueso, redondo, guitarrero y espacial. Luminosos y oscuros como como el albor del atardecer que se cernía sobre los pinos y eucaliptos que protegen el recinto. Los Ejes aparecieron poco después entre sombras para celebrar su vuelta a las tablas tras veinte años de silencio. Multitud de acólitos se concentraron en torno a la banda marteña, entregada a un rock clásico de amplio espectro vitoreado con fervor por los presentes.

Si al lector no le supone un contratiempo, cesamos la narración cronológica para marcar un apunte. Pese a que Vértigo Estival presenta habitualmente un marcado carácter rockero, su naturaleza generosa suele hacer concesiones a otros géneros más recientes que enriquecen la ya de por sí variada programación. En este caso, el apartado indie -vaya por adelantado lo manido que nos resulta este término- quedó integrado el viernes por los valencianos Modelo de Respuesta Polar, mientras que el sábado se encarnó en Kokoshca.

Nuestra apuesta por Modelo viene de largo y su presencia en el festival no hizo sino afianzar la afinidad que sentimos hacia su proyecto. La lírica contenida en sus letras se ve respaldada con profundas resonancias y explosiones instrumentales que envuelven los directos como si de un papel de regalo se tratase. La honestidad nunca es plato de buen gusto pero entra mucho mejor cuando la voz desgarrada de Borja ejerce de amplificador. «Momentos Similares», «Dos Amigos», «La juventud y el tiempo», «El Cariño» o la siempre dolorosa «Miedo» fueron algunos de los cortes incluidos en un repertorio que se hizo breve.  «La guerra y las faltas» cerró la actuación de una formación que prepara nuevo disco.

El apartado internacional corrió, en primer lugar, a cargo de The Wedding Present, impartiendo una lección de tablas y pegada que fue en aumento con el discurrir de la velada. Nervio, potencia, entrega y un sonido contagioso que puso al acalorado público a bailar merced a la influencia que sólo proporciona una carrera consagrada. Melodías tan ensordecedoras como pegajosas y riff de guitarras prominentes ejecutados con maestría. «Brassneck», «Two Bridges», «My favourite dress» o «Kennedy» formaron parte de un setlist que repasó sus 9 discos de estudio.

Una estrella fugaz cruzó el cielo poco antes de «somos Bottlecap de Suecia«. Realmente el trío sólo responde al nombre de Bottlecap pero los suecos repitieron la frase hasta el extremo de que los asistentes continuaban reproduciéndola horas después. Un chute de juventud el de los tres rubios ataviados con camisas amarillas y encomiable su esfuerzo por el español y el espectáculo en general. Hard rock, contorsiones, decibelios, locura y caos alentados por una audiencia sorprendida, encantada y rendida.

Segundo tiempo

Paella. Sombrilla. Césped. Cerveza. Piscina. Son algunos de los nombres que compusieron el crucigrama de las primeras horas del sábado en Vértigo Estival. En el Escenario Melgarejo abría boca Javier Arnal, cuya presencia fue continua y a la vez necesaria durante el resto del día. Especialmente cuando Agoraphobia se vio obligada a suspender su concierto en a causa de un corte de luz y Arnal prestó megáfono y acordeón al acústico que las gallegas ejecutaron bajo las tablas. El segundo de su carrera, según confesaban ellas mismas. No hay mal que por bien no venga. Disfrutamos así de una maravillosa actuación improvisada que permitió resaltar las cualidades de una banda cuyo talento y naturalidad nos dejó prendados. Cuando el problema eléctrico estuvo resuelto, el cuarteto volvió al escenario para confirmar a todo volumen nuestro idilio, refrendado por la versión de Band of Skulls que incluyeron en su repertorio.

Aunque echamos mucho de menos a Pilar cuando All la Glory abrió el Escenario Vértigo, los sevillanos no iban a pasar desapercibidos en la actuación con mejor sonido de la noche. La ausencia femenina mostró una faceta más afilada de la formación en la que Juano Azagra ganó posiciones como el frontman nato que es. Fueron desfilando «Pretty Eyes», «Looking for a Thrill» o «I can´t take my eyes of you», junto a un nuevo corte aún por denominar. Resultaba fácil perderse continuamente en las cualidades de cualquiera de las tres cuerdas que se hermanaban al borde de la escena como compañeros de batalla. Músicos de oficio con pedigrí que tras mil cruzadas -y las que les quedan- enarbolan el rock clásico americano, el pop y la new wave como enseña de calidad. Si aún no han oído hablar de ellos nos remitimos a aquella teoría de que la justicia musical no sólo es ciega sino que, a veces, también está como una tapia.

El pildorazo pop indolente y con contenido de Kokoshca ocupó su lugar en el horario presidido por la particular voz de Amaia. Los pamplonicas se valen de la repetición como gancho. Melodías descarnadas para la segunda pincelada alternativa del Vértigo, enriquecida con las declamaciones y la guitarra de Iñaki. «La fuerza» y «No volveré» nos brindaron un final bailable que movilizó a los presentes directamente hasta la sesión de Dr. Música Ismael.

Llegó el momento en que Furia Trinidad enfangaría el árido suelo del escenario de Martos. Llegó el festín al que ya nos tienen acostumbrados. No importó que la banda llegara directamente desde la otra punta del mapa. Ni los más de 30 grados pasada la medianoche. Ni que Goli arrojara furiosamente uno de sus pedales que no funcionaba -y suponemos que ya no lo hará nunca más- contra un muro. Los esperábamos y los queremos así porque, con ellos, la vida siempre es rock and roll.

No podemos dejar aparte la labor esforzada y eléctrica de Nur Wong, en cuyos solos uno podría quedarse a vivir. Ni el perfeccionismo de Nelo Escortell al bajo, con una entereza y profesionalidad que raras veces se da. Por supuesto, la denodada tarea de Goli al frente de la formación dio sus frutos, arremolinando a su alrededor al público en cuanto bajó del escenario mientras Juano se integraba en la banda. Generosos como son, acogieron también a Javier Arnal -sí, de nuevo, y sí, más que bienvenido- en «Money» e interpretaron a medias «I´ve lost my angel», uno de los temas emblema del vallisoletano.

Fue entonces cuando llegó Triangulo de Amor Bizarro creando su propia estación de ruido y distorsión. No en vano, los gallegos eran uno de los platos fuertes de la noche. Pasamos embobados de la voz, el bajo y la personalidad de Isabel Cea a la guitarra alada de Rodrigo Caamaño y el ritmo perpetuo de la batería de Rafa Mallo. Sin dar tregua ni espacio para tomar aire, enrocados en los recovecos de sus oscuros universos, sobrepasamos las 2 de la madrugada. El trío puso así un final a la altura de la cita y entregó como ofrenda los restos de los asistentes al set de DJ de un polivalente Juano Azagra, que se encargó de aplicar la corriente necesaria para hacerlo volver a la vida.

 

Llegados pues a este punto, en el párrafo que suele poner final y conclusión a un relato tan holgado y casi bíblico como este, sólo podemos dar las gracias. A los organizadores, por su amabilidad, esfuerzo, criterio y tesón. A las bandas, que ofrecieron el espectáculo que necesitábamos. Y a ti, que has llegado hasta aquí. El próximo año serás tú quien hable maravillas de las bondades de Vértigo Estival. Palabra de fiera.

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