18 abril, 2024
El baterista mejicano Antonio Sánchez y su grupo Migration traen en concierto su último trabajo, Líneas en la arena.

El baterista mejicano Antonio Sánchez es conocido por ser parte de la formación del guitarrista Pat Metheny desde el año 2002; por componer íntegramente la banda sonora de la película Birdman (2014); y por gestar Migration, su propio grupo, con el que lleva ya siete álbumes.

El concierto que dio la semana pasada en el Teatro Lope de Vega, en Sevilla, es uno de los muchos que viene dando por Europa para presentar su último disco, Lines in the sand. Junto a él, otros cuatro grandes músicos —líderes de sus propios proyectos— ocupaban el escenario: Matt Brewer, con el contrabajo y el bajo eléctrico; John Escreet, con el piano acústico y el eléctrico; Chase Baird, con el saxo y el EWI; y Thana Alexa, poniendo la voz y los efectos.

El disco, disponible en Europa desde el 30 de noviembre, está dedicado a los migrantes, a aquellos que sufren, aquellos sin opciones, quienes están siendo «politizados y demonizados en nombre del populismo», en nombre de una destrucción progresiva de la empatía humana. Antonio resaltó «lo difícil que es para algunas personas la existencia misma», un motivo para estar agradecidos con nuestra suerte.

El concierto fue una explosión auditiva en la que en todo momento se pudo apreciar la dualidad entre técnica y creatividad. El disco tiene partes muy técnicas a nivel de virtuosismo, pero incluso en ellas no se olvida la parte expresiva, dejando lugar para la improvisación. Aunque los pasajes que tocaban eran rápidos, técnicos y difíciles, se preocupaban de cuidar la expresividad; podíamos verlo en las manos, en los ojos cerrados, en la gesticulación de las bocas…

El concierto comenzó con un collage de sirenas y ruido ambiente de la ciudad; sonidos que —mezclados por el músico— pertenecen a situaciones de personas detenidas en EEUU por su aspecto racial, a pesar de que muchos eran estadounidenses.

Tras esta intro, los músicos comenzaron a tocar el primer tema, Travesía, un largo de 25 minutos, que entretejió la atmósfera que se mantendría hasta el final del concierto.

El patio de butacas estalló en aplausos mientras comenzaba el siguiente tema, Long Road, en el que destacó la intensidad del saxo. Esto es un recurso que se repitió en cada canción con un miembro diferente de la banda: Sánchez buscaba también darle su lugar a cada músico en particular, dejándoles que hicieran suyos los temas.

El baterista hizo una pausa para presentar a los miembros de Migration y para explicar toda la inspiración que está detrás del disco; una fuerza que debería servirnos de impulso para pasar a la acción. El músico también habló brevemente de su trayectoria: «Yo quería ser estrella de rock; algo terrible pasó y acabé tocando jazz», nos contó Sánchez, despertando las risas en el auditorio.

El bajo eléctrico comenzó a tocar solo en el escenario; las paredes vibraron mientras arrancaba Gocta, una canción que no aparece en el disco. El ritmo de la batería fue reduciéndose progresivamente: se desnudó hasta quedar solo el leve susurro de recorrer dulcemente la caja con las baquetas.

Sin pausa, empalmaron con el tema siguiente, Hogar. Con letra de Thana Alexa, fue el único tema en el que cantante dejó de ser un instrumento más a dejar fluir la potencia de su voz.

La última canción del concierto, y la principal, Líneas en la arena, comenzó con el piano y destacó por abundantes pausas en el ritmo y por un texto recitado por la cantante. Fue subiendo de intensidad y añadiendo tensión hasta alcanzar el cénit: la voz resonaba, llamándonos la atención, «oye, listen», esto va contigo.

El patio de butacas se puso en pie; los aplausos derivaron en compás al unísono, pidiéndole a los artistas que volviesen. Y estos lo hicieron: recuperaron el escenario e improvisaron una pieza de unos quince minutos de duración. Cuando parecía que no podían superarse, el Lope de Vega flipó: no tengo otra palabra para expresarlo, ante la amalgama de personas que ocupaban el teatro. Un señor en chaqueta, un joven en gorra y sudadera… todos silbamos, movimos la cabeza. Y flipamos mucho.

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