24 abril, 2024
Antílopez lo ha vuelto a hacer. Vuelven a Sevilla para hacer de las suyas y embelesar a un público que cada vez tiene más de conocido cercano que de fan grupi, aunque hay excepciones.

Fotografías por Alejandro de Lárriva

Antílopez lo ha vuelto a hacer. Vuelven a Sevilla para hacer de las suyas y embelesar a un público que cada vez tiene más de conocido cercano que de fan grupi, aunque hay excepciones. Es imposible hablar del dúo onubense que forman José Félix López y Miguel Ángel Márquez sin hacer mención a su estilo inigualable, catalogado por ellos mismos como “chiripop absurdo depresivo con catarsis tragicómica”. Allí, sin embargo, rodeados por los muros del Monasterio de la Cartuja, definieron su música al público que el 18 de agosto se congregaba en el CAAC o “CAAKK” (Centro Andaluz de Arte Contemporáneo), como “80% de mensaje musical y 20% de humor inteligente”, el tipo de humor de risa controlada propio de la corte de Luis XVI.

Es realmente difícil hallar un artista contemporáneo que no sea perjudicado y beneficiado al mismo tiempo por internet. Esa herramienta que todos conocen y pocos saben sacar provecho bien puede suponer el cañón de lanzamiento para algunos y un entierro prematuro para otros. Y podemos decir con toda seguridad que Antílopez pertenece al primer grupo, ya que ha sido gracias a las plataformas de vídeo en internet y a las redes sociales que conocemos su arte delirante y absurdo sentido del humor. Por otro lado, no habría que olvidar que a su vez, internet supone una espada de doble filo que tan pronto como te da la fama, puede arrebatártela, y hoy en día estamos más que acostumbrados a ver los estragos que causa diariamente. Estamos acostumbrados a que nos sorprendan continuamente y un grupo como Antílopez, que ha nacido del boca a boca, de las buenas críticas y de la sorpresa, bien podría ser presa de su propia fórmula y caer en lo repetitivo y aburrido, pero no es ese su caso.

Quien va a ver a este dúo de amigos con sangre de Isla Cristina, repite. El hándicap al que acabo de hacer mención lo superan con creces y show tras show demuestran una habilidad de oratoria y tablas escénicas dignas de artistas merecedores del éxito que con esfuerzo y tesón van cosechando. Tanto uno como otro, guitarras en mano, zapatos de cuero y hebilla, y con su sempiterno perchero a sus espaldas, repleto del atrezzo con el que juegan al interpretar sus canciones, siguen provocando carcajadas y haciendo que el público se desternille de risa, a la par provocan esa magia musical con su armonía de voces y melodías. Tanto es así que a veces parece como si hubiera más de dos personas en el escenario y un coro de apoyo.

En esencia, sus letras siguen siendo reivindicativas y reflexivas, siguen recorriendo calle y amaneciendo por bares a lo largo de los versos y su show sigue en auge. Conversan con su público e interactúan con ellos de una forma poco usual en el panorama actual y eso les confiere de un aprecio y cariño sin iguales. Siguen actualizándose y puliendo su show, ya sea con su descaro habitual o con bromas actuales sobre pokemons sueltos en la Cartuja. Sus monólogos crecen y van tomando forma entre canción y canción, y con cada parada aprovechan para contar un poco de la historia, matizada y aderezada, tras la canción que se avecina.

Un momento especialmente cómico fue la pequeña historia que se esconde tras  “Le habla el sunshine”, toda una odisea nocturna por las calles de Sevilla que inspiraron su creación. Lq canción terminaba con una exclamación: “¿Y ahora quién me acuesta a mí?”

También sorprendieron a su público al interpretar “Canción Privada”, que llevaba mucho tiempo sin tocarse y provocó los aplausos de todos los congregados allí en el jardín trasero del monasterio. Abuelos y nietos y parejas abrazadas, amigos y amigas congregados en el agosto sevillano disfrutando de la experiencia de escuchar los éxitos del dúo Antílopez. Otra canción que levantó risas encadenadas fue “Cartas pa’ mi Chari”, que cierra Por amor al arte (2013) y también hacía tiempo que no interpretaban. Hubo tiempo para repasar todas y cada una de las piezas favoritas de su carrera y a juzgar por las expresiones de los que allí se reunían, ninguna sobró. “Mi canción”, una canción de José Félix, compuesta hace años, fue presentada como adelanto de su próximo LP y que se antojaba como un personal rito de pasaje de la noche al día. Acompañando a ésta, “Traje, metralla, medía y viaje”, servía también de adelanto de su próximo trabajo, y llevaba el sello inconfundible de ambos artistas impreso en ella. No podían faltar a su vez, “Hijos de España”, “Prefiero” o la guinda del pastel y joya de su mensaje al mundo de la música comercial, “No valen lo que quieren cobrar”, todo un manifiesto sincero y directo en clave de humor.

Antílopez no defrauda y alegraba la noche del jueves a todos los presentes. Ya sea con un delantal de lunares, una peluca multicolor o un bombín, el dúo de Isla Cristina encandiló a la Sevilla más calurosa, que ofrecía un respiro nocturno a orillas del Guadalquivir. Pese al elevado precio del refrigerio, poco aspecto negativo puede recalcarse de la noche.

“Dejaré de preguntarme por qué no hay llamadas perdidas/Buscaré entre tanto medio de comunicación la manera de estacarte el corazón/Detecto un fallo en el sistema”.

No me puedo olvidar del par de artistas que abrieron la noche para todos en ese escenario con la mítica frase Is that all there is? Sí, me refiero a Mundo Chillón, que venía con el acompañamiento de Vidi, todo un descubrimiento que dejaba la boca abierta a todos con el sonido de su cello y dejó boquiabierto con su canción de amor a una lámpara. Una actuación acorde al tono de una noche irreverentemente musical y rica. Hablo de las actuaciones que te arrancan sonrisa furtiva y dejan huella en la memoria. De la delicia del poder de la música y las letras, que une a decenas de personas, conectadas por la misma melodía y experimentando en riguroso directo un sinfín de sensaciones coloridas. Mundo Chillón fue elegante y sutil, dos hombres que supieron elevar la expectación a una noche que no dejó decepciones perdidas.

Gracias Mundo Chillón, gracias a Antílopez por lo comido y lo servido.

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