25 abril, 2024
Una buena oportunidad para vivir un momento robado al tiempo de unos años donde la creatividad se valoraba por encima de cifras de ventas, descargas o escuchas en plataformas virtuales.

Fotografías por Alejandro de Larriva

La Dehesa del Jamón fue un fallo estratégico para todos. Se come muy bien y es lo más cercano a la Sala X para tomar algo, pero si eres Pepe Roca y pretendes llegar a tu hora para dar un concierto, mejor olvídate. Los fans («aficionados» creo que es el término que generacionalmente les corresponde a la mayoría) no dejaban comer al vocalista de Alameda, que no obstante sonreía, atendía y se retrataba gustoso con todo el que se lo pedía. Unos venían de su casa, que estaba al lado, otros de Madrid, alguno habría hasta de la Cochinchina. Manolo Nieto, anónimo bajista, entraba y salía con su cerveza, observando risueño.

Satisfechas todas las demandas, el septeto (que incluye a la familia de Roca, como son su mujer Toñi García, corista y eventual cantante principal, y su hijo, José Carlos, intérprete de viola, además de Nieto, el guitarrista Álvaro Girón, el batería Miguel Torres y el otro pilar histórico de Alameda, el teclista Rafael Marinelli) emprendió la marcha hacia el local donde, por espacio de un par de horas, seríamos genuinamente felices.

Pero eso aún no lo sabíamos. Una vez dentro, la banda se toma su tiempo para comenzar con un zumbido oceánico del que emerge una pulsación al bajo y una sucesión de arreglos a cual mejor. Pepe y Toñi cantan bien, a pesar de no estar en las mejores condiciones esta noche. Hay algún acople, pero «Calle arriba» propicia una excelente acogida por parte de un público que se reencuentra con viejos y queridos amigos. Ese es el ambiente.

Pepe se dirige al público por primera vez y confiesa tener «los güitos de corbata… y la próstata, y el pulmón…«. Ha venido mucha gente para ser testigos de este regreso, y la responsabilidad es importante. El próximo tema, «Luna», fue versionado por David Bisbal, pero la interpretación y los arreglos hacen olvidar esto muy pronto. Algo viene rondando, y se trata de una bulería de Marinelli que introduce «Calle Feria», festiva y con un exquisito juego rítmico que se ralentiza hasta desembocar en «Noche andaluza», preciosa, con perfectas harmonías vocales, y que cuenta con una jam que va subiendo desde la tranquilidad hasta un solo de guitarra verdaderamente épico.

A continuación tiene lugar un recuerdo para Manuel Molina con «Nuevo día», aquella maravilla contenida en el debut de Lole y Manuel, y para Jesús de la Rosa. Toñi tiene su primer momento de lucimiento en solitario, aunque el volumen le deja algo escondida; inmediatamente después arrancan los «Recuerdos de una noche» de Triana, con un elegante solo de viola. Y otro reconocimiento, sin duda más inesperado,  es el dispensado a Juan Manuel Flores, poeta maldito donde los haya, letrista de Lole y Manuel entre otros, mediante «Sangre caliente», con un ritmo básico y milenario de tambores y silencios y un Pepe Roca dejándose el pellejo a la voz. Sin exagerar, quizá lo mejor de la noche.

Pero no hay tiempo para reaccionar. «La leyenda del tiempo» despega con mucho sentimiento y pasión en una versión carismática con otro solo genial y un final de auténtica categoría. «Cantaré» empieza tranquila, pero en un momento dado sube como la espuma. Tiene excelentes partes de guitarra y bajo; el batería tendrá su momento muy pronto, con un ritmo latino de indudable buen gusto.

Otra reverencia a Triana se produce con «Hijos del agobio», eléctrica y con una atmósfera enteramente diferente gracias a la guitarra y sobre todo a la viola. «Aires de la Alameda» se levanta tiento a tiento, muy potente en ciertas partes, y completamente mágica. Una «misteriosa copla a la guitarra» rompe en una samba y en un desarrollo progresivo de órdago, con un Marinelli especialmente inspirado.

Y tras tanta apoteosis, se despiden (Roca tranquiliza: «luego lo hablamos«) con otra pieza de Triana, «Tu frialdad», aunque muy matizada. La viola introduce la melodía, Marinelli hace un guiño rápido al Concierto de Aranjuez, el estribillo se revela reggae, hay un solo en plan jazz que va volviéndose latino, la sección rítmica está espectacular (Manolo Nieto, en concreto, inconmensurable), Álvaro Girón se confirma como guitar hero, Toñi le arma al soul, el flamenco, la ópera y lo que haga falta y Pepe Roca se esfuerza al máximo. Se intercalan partes nuevas, hay otra jam de carácter gitano con un Torres sobradísimo y se van con el «lalalá lalá, eeeeeeh» original que todo el mundo canta con una sonrisa, porque esto es Sevilla, y Triana son un poderoso aglutinador social por encima de otros factores externos a la música.

Tras el concierto pude intercambiar algunas palabras con Roca y Marinelli. Me agradecieron la asistencia y la entrevista que hace no mucho apareció en 8pistas. Y me sorprendió la humildad de unos señores que son una parte importantísima de nuestra ciudad, por mucho que las modas los hayan dejado en una especie de limbo. Por fortuna aún existen interesados en explorar ese limbo, donde Alameda y otras bandas y solistas de calidad incuestionable siguen dando muestras de un talento y un ánimo a prueba de bombas. Pronto (el 27 de febrero), estarán junto a Triana y Medina Azahara en un concierto con motivo del día de Andalucía. Será una buena oportunidad, sin duda no la última, para vivir un pedazo esencial de nuestra historia musical, un momento robado al tiempo de unos años donde la creatividad se valoraba por encima de cifras de ventas, descargas o escuchas en plataformas virtuales.

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