25 abril, 2024
Una noche sin Los News es una noche sin Música. Pero la de Sevilla sonó como ninguna. El pasado 19 de febrero Sala X nos vio bailar hasta quedarnos afónicos. Volvamos al pasado.

Fotografías por Irene Carmona

La supervivencia quizás sea una de las pruebas más jodidas de la vida. Sobrevivir siempre te hace más fuerte, permanente, mayor. Si no sobrevives, desapareces, caes en el olvido, pierdes el tiempo que habías ganado haciendo algo. Pero cuando a quien sobrevives es a ti mismo, te vuelves invencible. Como ellos, que se vuelven insuperables con cada directo. Y ya si tienen un público que  tiembla con lo que hacen -y encima lo envidian-, a la mierda el paso del tiempo, que aquí siguen más viejos que nunca y todavía duermen en la misma caja de zapatos nuevos. Además, se llaman Los News y, aunque les quitaseis el nombre, nunca podréis quitarles el tiempo. Mucho menos, lo que han hecho con él durante esta década. Pero ese tiempo desistió la pasada noche en Sala X. Los News arrancaron como siempre: sin dilaciones ni tonterías previas. Sevilla forma parte de la gira con la que If we don`t, who will está tomando forma alrededor del país y, después de dos años sin probar sonido en la ciudad, nos dejamos enrear. Viento en popa a toda vela. Los chavales -ya hombres- hicieron de la cita su lecho de vida mucho antes de vendernos una entrada puesta de Rock and Roll. Demostraron sabiduría -que no madurez-, fueron arriesgados en la oferta, sorprendentes en los finales y, sin medirlo, hicieron lo impensable: Los News nos devolvieron el tiempo perdido cuando creíamos haberlo olvidado.  Entraron sin anestesia: una «I´m Gonna Ride This Horse (´Till The Day I Die)» abrió y, con Lucas al micro principal, el calentamiento se pasó de castaño oscuro.

Lo cierto es que diez años dan para una buena historia- dirán muchos-, pero el  engañoso y, en ocasiones, inolvidable tiempo es hasta relativo, cada cual lo pierde a su manera y se lo gana como puede en un mundo donde los suicidios (metafóricos o no) están a la orden del día. Así que no es tanto la cantidad de años como el contenido volcado en ellos. Pero necesitamos medir el tiempo para medir nuestras vidas porque -de lo contrario- somos poca cosa. Poquísima cosa. Los días son momentos y experiencia. Dos conceptos muy cuantificables, sobre todo, cuando tenemos una edad. Y es que Los News, quieran o no, ya tienen sus tacos.  Automedication, primero, y el actual  If we don`t, who will deberían haber provocado unas cuantas arrugas, pero no. No sabemos qué tipo de cremas deben usar estos señores.

Seguimos. «God is a alien» salió de Quentin Gas para electrocutarnos sí o sí. Este chico -como siempre- no decepcionó,  los constantes saltos desde el escenario y la interacción desde el suelo volvió a definir su actuación. En algún momento lanzó su guitarra a unas manos de confianza, las de Israel Garrido -uno de los mejores amigos del cantante-, quien recibió uno de los aplausos más sonoros de toda la noche. Pero antes, cuatro minutos de «Children of the III World War» bastaron para que lo siguiente estuviera chupado.  Última llamada, corredores. «Quien no baile es un hijo de puta», avisó Quentin, no recordamos si por primera o por quinta vez. Vimos a Juan Jaramillo -de Shepherd sonreír entre las primeras filas, al que dedicaron la que venía, «You’re gonna love or hate me», por el brillante curro que se pegó en la grabación del segundo videoclip, la pieza tuvo como escenario La Farándula de Algeciras durante el primer directo de la gira. Sí, un recuerdo maestro. Pero la anterior «It’s not enough» fue la clave preliminar y nos bajó por las caderas como pocas cosas en la vida para, después de la tempestad, dejar que la noche nos crujiera con un buen punto de inflexión: «The best day of my life» contó con la colaboración de Tony Picante al sitar. Sí, el tremendo Tony disfrutó como un enano, lo apreciamos al instante, su presencia fue rápida y supuso el comienzo de una recta final cargada de adrenalina. Son muchos encuentros los que definen la corriente de su directo, prueba de ello es que siguen más vivos que nunca, dato que suma como 10 000 puntos a la jugada del pasado 19 de febrero. Su música puede variar con el paso de los siglos, pero su actitud nunca muta, ni siquiera cuando son 10 los que tienen  como público.

Amigos, vinieron muchas más, entre ellas «Stupid! It’s All A Lie», una de las últimas antes de que exigiésemos las de rigor. Todas con todos sus minutos y todos sus segundos, tiempo que nos dijo cuánto de más y mejor tiene lo de ellos para que lo de otros, haciendo lo mismo, sea menos y peor. Nunca igual. Los empates se olvidan fácilmente. Aquí se gana o se pierde (tiempo). Los más aptos arrasan porque se adaptan al cambio. Los menos, tranquilos, no perecéis, sólo entráis en una fase de obsolescencia que desemboca en olvido. Y el olvido es un mal muy ambiguo: si te olvidan, te quedas sin tiempo. Si olvidas, lo ganas, comienzas de cero, como pasó cuando Quentin Gas, sin reparo, olvidó ante su público los años que llevaba la banda sin tocar a/en/por Sevilla, ciudad que, aunque no lo crean, no les olvida pase el tiempo que pase y nazcan los grupos que nazcan, esa que siempre les recibe cuando menos esperan.

Y es que los años encima de los escenarios indican lo que has hecho con tu tiempo y de eso la gente entiende, no es tonta, sabe diferenciar lo que sí de lo que no, y más cuando el baile desenfrenado está en juego.  De ahí que luego recordemos lo inolvidable, los días que nunca amanecen, las noches inmortales, esas que juegan en la liga de la eternidad, la más peligrosa de todas, la que concede -por y para siempre- una larga vida imperecedera, aún quedándole a la muerte todavía muchas barras por delante, como es el caso de estos tipos y su música. Eternos. Eternos aquí -en Sevilla-, o allí -en el directo de Córdoba-, pero eternos. Los News ya pueden serlo, ellos dirán si quieren o no. Porque, en definitiva, la eternidad también es una elección complicada.

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